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Lula da Silva ganó la primera vuelta pero el bolsonarismo logró consolidarse en Brasil

Al final, el ganador fue el llamado “voto avergonzado”, es decir, el de aquellos que, por vergüenza o por miedo, no declararon su verdadera intención de voto a las empresas encuestadoras, invalidando así todas las predicciones. Según Datafolha, hasta el 35% de los votantes de este año guardaron el secreto de su voto. Incluso en uno de los bastiones del bolsonarismo, el elegante distrito de Jardins de San Pablo, en comparación con las elecciones de 2018, los votantes mantuvieron un perfil discreto.

A pesar de que todos los pronósticos apuntaban a que Luiz Inácio Lula da Silva tenía muchas posibilidades de ganar en la primera vuelta, el ex presidente superó a Bolsonaro por 5 puntos y habrá segunda vuelta. “En cada elección a la que me presento quiero ganar en primera vuelta, pero no siempre es posible”, dijo Lula comentando la victoria antes de ir a celebrar en la famosa Avenida Paulista de San Pablo “Ganaremos estas elecciones, esto es sólo una prórroga para nosotros. Para desgracia de alguien tengo 30 días más para hacer mi campaña”.

Aunque Lula ganó la primera vuelta, la verdadera sorpresa fue el resultado de Bolsonaro, que contradijo todas las encuestas que lo situaban por detrás del líder del Partido de los Trabajadores (PT) con hasta el 14% de los votos.

“Hemos vencido la mentira”, dijo Bolsonaro una vez que se conocieron los resultados. “Entiendo que hay muchos votos que se debieron a la condición del pueblo brasileño, que sintió el aumento de los preciso de los productos. Entiendo que hay voluntad de cambio en el país pero algunos cambios pueden empeorar como ocurrió en Chile, Argentina, Colombia y anteriormente también en Venezuela”. En relación a la hipótesis del fraude declaró de estar esperando “la opinión de las fuerzas armadas que supervisaron la votación”.

La ola conservadora del bolsonarismo arrasó en el sureste del país pero, sobre todo, ganó escaños en el Senado en la mayor parte del Brasil, lo que complicaría un posible futuro gobierno de Lula. El bolsonarismo venció en San Pablo donde Tarcisio Gomes De Freitas, conocido como Tarcisio, del Partido Republicano Brasileño (PRB), ex ministro de infraestructura de Bolsonaro, obligó al balotaje al ex alcalde del PT Fernando Haddad, convencido de ganar en primera vuelta. En Río de Janeiro Cláudio Castro, del Partido Liberal (PL) del actual presidente, fue reelegido gobernador con el 58% de los votos Incluso en la región amazónica la coalición de Lula ganó por poco.

Por lo tanto, Brasil no dio una confianza absoluta en la primera vuelta al regreso de Lula, que hasta el último momento se presentó como el candidato capaz de reconciliar a Brasil y unir un amplio frente democrático a su alrededor.

Poco después de votar temprano a la mañana en San Bernardo do Campo, cerca de San Pablo, símbolo de sus batallas sindicales y de su ascenso en la política, ante los fotógrafos, Lula besó su certificado electoral. “Esta es la elección más importante”, dijo, “estoy muy contento”. Y también se aprovechó de la operación Lava Jato. “Hace cuatro años, dijo, no pude votar porque fui víctima de una mentira. Hace cuatro años estaba en una celda de la Policía Federal. Cuatro años después me encuentro aquí con la posibilidad de volver a ser presidente de la República para intentar que ese país vuelva a la normalidad”.

De hecho, algunas de sus condenas simplemente prescribieron, como la del tríplex de Guarujá y de la casa de campo de Atibaia. Lula había sido condenado pero el Supremo Tribunal Federal anuló todo al considerar que era un Tribunal de Brasilia y no el de Curitiba que debía juzgarlo en primera instancia. Este fallo técnico anuló de hecho las dos condenaciones, haciendo que todo empezara de nuevo de cero y provocando inevitablemente la prescripción de ambos juicios.

El propio tema de la corrupción es algo que evidentemente no todos los brasileños le han perdonado. En su campaña electoral, Lula evitó el tema, atacando a los magistrados del Lava Jato y sin hacer ninguna autocrítica. Además, más allá de las promesas de revivir la época dorada de su primer mandato, el ex presidente no presentó a sus votantes un plan de gobierno. Se limitó a 21 páginas en las que indicaba “directrices y bases”, que los propios miembros de su partido, el PT, calificaron de “documento provisional”. Lo paradójico es que en la campaña habló a menudo en términos contradictorios de temas sensibles que no se mencionan en el plan, como la reforma administrativa y los objetivos del Banco Central.

Vía Infobae 

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